
EL TRABAJO
En incesantes hornos de valetudinarios obreros metalúrgicos,
en urnas y sarcófagos de conscriptos mineros,
en cubas y bodegas donde fermenta el caldo del sudor
del obrero abrazado a la gracia de las uvas,
se levanta la copa de las alegorías, para brindar por ti,
trabajo, obrero silencioso de todos los obreros.
Y celebran tu súbita potencia de hombre recio, que fecunda la materia
y la hace útil, mercancía preciada, intercambiable cosa.
Tu poder de titán, tu fuerza de relámpago, transforma y valoriza todo aquello que toca.
Tus manos de labriego, tu corazón de máquinas, tu inteligencia humana,
desprovista de afectos, lumínica presencia de la idea que se hace carne y vuela.
En las panaderías donde se izan banderas de harina blanca para festejarte,
en los laboratorios, donde la ciencia anida en los tubos de ensayo,
los ojos escudriñan la vida microscópica y se adivinan carbonos y nitrógenos.
Hasta las meretrices te honran este día, sacerdotisas del placer, amadas últimas,
más lúbricas que nunca, también ellas levantan en tu nombre su copa de lascivia.
Y el poeta, que recorre las páginas de la historia buscando aquél vocablo,
que ha surcado los mares más extensos, llegado a los países más remotos,
reventado cientos de Pegasos, querido Maiakovsky, tus Pegasos.
Burlado los obstáculos extremos, para engarzar esa palabra, gema preciosa,
esmeralda única, pepita de oro en la joya, siempre inacabada, del poema.
Alejandra Menassa
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