
La saliva me sabe a morfina,
la sonrisa a hueco drenaje,
la caricia a espina encharcada,
el beso a camuflaje en exceso,
la broma se vuelve sarcástica,
la ternura un mísero abrigo
en espacio,
mi pelo te escuece la vista,
mi pecho grita en silencio al ver
tus colgajos,
y las yemas de mis dedos arden
al tocarte,
nunca antes te tuve en mis manos
tan frágil,
tan doliente,
tan suplicante de una fortuna
diferente,
mientras
yo,
sólo soy capaz de acompañar
tu reconstrucción de coraje
envuelta en yemas de huevo con sabor
a tarta de queso.
Eva Márquez
Sin pensamientos, agrega el tuyo
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