
Cómo duele saber que ya no hay
ni preguntas ni respuestas,
cómo duele sufrir la crueldad
que se esconde entre tus máscaras,
cómo duele la oscuridad,
y el agua que cae,
y las campanas que llaman,
y el tiempo y las voces,
y sentir que tu nombre
no pertenece a mis labios,
ni tus manos,
ni los sueños que modelan.
Cómo duele tu sabor en cada palabra,
cómo duelen las sombras de tu rostro,
cómo duele el olor del trigo,
y el hambre que dejas,
y la rabia por los gestos negados,
y los versos que nunca escribí,
y el deseo que quiebra tus formas
por escoger la ceguera.
Cómo dueles en el viento que acaricia,
en mis ganas de tenerte,
en los jazmines que cayeron,
en la luz que rompe muros,
en el silencio que recrea
el dolor de tu traición.
Duele ser tuyo,
reconocerme en tus ojos,
lo vivido a borbotones,
duele el tiempo, la raíz y la esencia
que permanecerán en tu aliento.
Sin pensamientos, agrega el tuyo
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