
LA ESPERA…
En el silencio de la sienes,
donde los dedos amasan
corrientes de verdes sangres,
los números cuánticos
se transforman en ángeles aleteantes
sobre huertos de naranjos y rosales.
Zumba el parpado de la noche.
Indefinidos augurios presagian
la profundidad de los pozos,
pero de nuestros puños cerrados
nadie arrancará una palabra de queja,
porque grande es la extensión de la llanura
donde la muerte establece
su records de sombra y abismo,
y la mañana ha de acercarse a hurtadillas
para que en el hombre
eclosionen otros frutos, plenos de esperanza.
El adolescente que fué,
abandonado por sus ángeles desafectos,
consume el secreto rubí
desgranando el fruto de los años,
y ha sonado la hora incierta del espíritu
que debe de afrontar, con un estigma de infinitud,
la proximidad del gran juicio.
Nadie acompaña. Nadie.
Los jardines, las calles, los objetos adormecidos
salen a buscar al amor pero no lo hallan.
Las amapolas eléctricas del alumbrado
deshacen, en la búsqueda, las estrellas.
Nadie. Nadie. Nadie.
Más, en la inútil desesperanza
se aplican mil ungüentos, mil recetas,
interminables sinónimos de suave pluma,
de flores innombrables, para que cuele,
entre las palabras, al fin,
un rayo ebúrneo, diáfano
en la esper -a y la confi- anza.
2 pensamientos:
Me ha encantado la primera estrofa, realmente es magnífica.
Buen poema, Perfecto.
Gracias
Un beso
Ío
Celebro que te guste Ío.
Gracias por tu comentario.
Un beso.
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